Reseña publicada en Revista de la Universidad de México en el número 98, abril del 2012.
Todos, alguna vez, hemos sufrido de insomnio. Las causas pueden ser tan distintas como lo son las personas: haber tomado café en exceso, estar pensando en las preocupaciones y el estrés cotidiano, alguna película de terror o suspenso que haya impactado, etc., lo que conllevaría a: dar vueltas en la cama, pararse de la misma varias veces, mirar hacia el techo y ya no saber qué hacer para poder conciliar el sueño. ¿Se podría disfrutar el insomnio, sacarle provecho y no estigmatizarlo a pesar de ser un trastorno? En Elogio del insomnio (Alfaguara, 2011) de Alberto Ruy Sánchez se tratará esta situación.
El propio autor ha declarado que reciente el prejuicio cuando le preguntan si padece del insomnio, ya que él lo disfruta a pesar de tenerlo desde muy temprana edad. Es clara y directa su respuesta, tanto que se ve reflejada en la escritura del libro. Las cinco partes que conforman el libro nos muestran distintos momentos de la vida de Alberto en donde el insomnio se hace presente, ¿o es que es a partir del insomnio que esas estampas aparecen como si fueran un total de veintiuna noches en vela?
Escrito como ensayo a manera autobiográfica donde los recuerdos imperan, los lectores conocerán distintos momentos sobre Ruy Sánchez y su vida desde los juegos e imaginaciones con sus primos y hermano en casa de su abuela, lugar donde la escalera se vuelve un portal a otros mundos, hasta la vida en Atizapán de Zaragoza, las inundaciones y el “fantasma de Adolfito”, o su gusto por el cine, el teatro, los museos, las lecturas, estudios y pláticas en Paris con Roland Barthes, Michael Foucault, Nino Rota, entre otros. Y no olvidar, por supuesto, la carta que escribe para Magui al estar sobre la tumba de Cortázar y los recuerdos que vivieron al conocer al Gran Cronopio, como le decían.
Poco a poco nos introducimos a la naturaleza, al bosque principalmente, cuyo significado oscila entre la vida y el inconsciente, la oscuridad y el misterio. También, ese espacio indómito tan característico en la literatura, pintura, grabados, por nombrar algunos, donde el ser humano es ínfimo ante esa magnitud. Es el lugar donde el héroe se adentra para probarse a sí mismo, alcanzar la madurez necesaria a través del enfrentamiento de sus miedos, los peligros. O el espacio donde la gente se refugia en busca del alejamiento de la vida mundana, sintiéndose protegidos por su propia esencia. Y es por lo anterior, que Ruy Sánchez habla como sendero de preparación hacia un templo en particular y a través de imágenes tanto de poemas, como de fotografías se observarán ramas y troncos que hacen referencia a la sensualidad y al sexo femenino. Y menciono lo del templo, ya que Alberto escribe sobre ellos (budistas o japoneses) y la referencia a que antes de llegar a ese destino, se cruza la espesura del bosque: Varios troncos que se dividen en dos ramas ya no pueden hacerlo si no dejan en el delta de su separación la fisonomía de un pubis e incluso un sexo: De manera a la vez sutil y abrupta, cada uno parece enarbolar bellísimos labios vaginales. (Pág. 108).
Llegamos, ahora, a Mogador, la Ciudad Amurallada y conocida ya para los lectores de las novelas de Alberto. Sin embargo, no es la ciudad de Fatma, ni la de La Casa de los Sonámbulos, o la del amante desesperado en busca de los jardines, ni la de Jassiba, sino la ciudad de Alberto, así como las cabras trepadas al argano tan característico de la región, pero desconocido para muchos; es el descubrimiento por parte del autor-viajero de esa ciudad que se volverá emblemática para sus novelas y cuentos.
Cinco cartas de amor hacen su aparición a partir de la ficción. No es el autor contando otra escena o memoria, sino creación literaria pura. Es decir, se ve la maestría incomparable en torno al erotismo que él ha desarrollado en sus novelas. De nuevo, las cartas asemejan a ese momento de vela en donde se piensa al ser amado, se evoca y se siente a pesar de estar separados.
¡Cómo no maravillarse uno con el misterio, la duda e, inclusive, la mentira! Al llegar a Bali, se cuenta la costumbre de los nueve granos de arroz en la frente (número primordial en la narrativa del autor), el masaje y el acto amatorio que se cree como una visita de Shiva, pero que resulta ser un aprendiz de masajista. Es sugestivo cómo a manera de ofrenda, la amada comienza a usar esos granos del diario y así las mujeres del pueblo la imitan por el significado o simple moda.
La última escala del viaje es la fiesta de la “vela” en Tehuantepec, Oaxaca. Y aquí “vela” tiene los dos significados: pasar la noche sin dormir o el utensilio para iluminar, ya que es una fiesta en donde el dormir no se presenta. A partir de la visita de unos gobernantes guatemaltecos, la justicia a manos del propio poblado, los linchamientos no faltan; como es un festejo donde se visten a las mujeres de tehuanas y sus atavíos están llenos de oro, hay quienes creen que es fácil el atraco y de manera irónica muchos no se enteran de los robos, salvo por los resquicios del fuego y las horcas en los árboles, creando así una nueva superstición donde las mujeres no usan las flores de esos árboles por ser un mal sino.
Y como Rotterdam tiene su Elogio a la locura donde se aborda este tema y la estulticia, de la misma forma Alberto Ruy Sánchez valiéndose no sólo de un subgénero literario llámese ensayo, autobiografía, cuento, crónica, sino la mezcla de los anteriores, con poemas que escucha, recuerda, fotografías de sus viajes y con una claridad en el lenguaje en Elogio del insomnio nos transfiere su baraka, el conocimiento, sus historias, su infancia y sus momentos de insomnio.
Alberto Ruy Sánchez, Elogio del insomnio, México: Alfaguara, 2011.